lunes, 30 de marzo de 2009

Arquitectura y público profano

Durante el tiempo que estoy dentro del mundo arquitectónico, no son pocas las personas que me expresan sus opiniones acerca de los edificios que visitan. Reflexionando acerca de todo lo que me comentan, llego a una serie de conclusiones: Como en el cine, a la gente le gusta ver una buena película, o sabe admirar un buen edificio, pero de igual modo, todo vídeo-club que se precie alquila películas de Bandam con gran éxito.
Recuerdo dos de estos comentarios:
Un día de viaje con una amiga que había residido en Barcelona, me comentó que había un edificio que le encantó, L´illa- Diagonal de Moneo (arriba). Me sorprendió sobre manera, pues en Barcelona es muy fácil elegir cualquier otro, pero misteriosamente se había fijado en este, en un rascacielos tumbado como ella misma lo definió. Un edificio que pese a su tamaño es modesto, sin grandes pretensiones, tan solo intenta acoplarse bien al urbanismo ejemplar barcelonés, ser habitable.
El segundo es el de mi propio padre. Este viajó hace tiempo a Roma y pese a saber de mi pasión por la historia de la ciudad, tubo a bien pararse a fotografiar un edificio que le llamaba la atención, que le gustaba, que le parecía adecuado contenedor para el tesoro que guardaba, el museo del Ara Pacis de Richard Meier (abajo). Pese a toda la polémica que suscitó en la capital italiana, llegando a prometer la oposición derrumbarlo en caso de llegar al poder.


Estas dos personas solo habían sentido "armonía" de formas y espacios y sus subconsciente les indicaban que debían contemplar los edificios y prestarles atención, lejos de análisis de materiales, ejes visuales o adecuaciones urbanísticas... los edificios estaban bien, eran "bonitos", les gustaban. Esto me demuestra que la buena arquitectura, siempre que sea buena, va a gustar, será aceptada por el público.

Otro claro ejemplo fue la votación que se hizo no hace mucho sobre los edificios de Pamplona, en donde el Archivo de Navarra, también de Moneo, terminó imponiéndose por delante del Baluarte, la ciudadela y murallas, o la catedral.
Pero también es cierto que los errores son advertidos como los aciertos, raro es no conocer a un Sevillano que no piense que el aeropuerto de San Pablo es una equivocación.

Pero no siempre el mundo de la arquitectura y el público coinciden. Raro es el estudiante que no escuche a sus profesores despotricar sobre la obra de Calatrava, sobre que use las mismas formas e ideas para un museo, que para un aeropuerto o estación de tren. Sin embargo, el arquitecto e ingeniero valenciano goza de gran popularidad entre el público no versado en la metería. No quiero decir que Calatrava sea un Bandam, no me siento legitimado a semejante comparación, tan solo reflejo el sentir dentro del mundillo.





Museo de Arte de Milwaukee y terminal de transporte para el World Trade Center de Nueva York.

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