Son muchas las veces que he escuchado hablar de esta estación. Ya sea en las madrugadas de Onda Cero (Rosa de los Vientos), o en las de la Cope (A cielo Abierto) y hoy una vez más en informativos "Cuatro", siempre se ha hecho incapié en el estado ruinoso de la que fuese segunda estación ferroviaria de Europa solo por detrás de la de Leipzig.
Fue inaugurada por Alfonso XIII en 1928 y suponía la tercera puerta hacia Europa, después de La Pineda e Irún. El edificio era y es, una nave de 241 metros de longitud y en su día, fue considerado el edificio más vanguardista de España, con el que se quería deslumbrar a todo visitante extranjero, causando el país una muy grata primera impresión. En especial gracias a su arquitectura que mezclaba de forma ecléctica, pero acertada, los estilos del art-nouveau, clasicismo e incluso los avances ingenieriles del acero para sus cubiertas. Un elegante y lujoso edificio, que nos recordará a otros similares como el actual ayuntamiento de San Sebastián, aunque a otra escala por supuesto.
Pero Francia, como sigue haciendo hoy en día, dejó de mantener su parte de vía férrea, terminando por dejar caer uno de sus puentes el cual nunca sería reconstruido. Desde entonces Canfranc ha dejado de recibir pasajeros y el edificio cayó en el olvido hasta 2001, año en el que MBM arquitectos ganó el concurso celebrado para la reconstrucción del complejo, devolviendo así su antiguo esplendor a este tesoro aragonés. Ahora pasará a acoger un hotel que de cabida a muchos de los turistas de las estaciones de Ski pirenaicas, así como infraestructuras par la población castigada por el abandono y comercios de toda índole.
Es otro de los desplantes que tradicionalmente sufrimos navarros y aragoneses por parte francesa, pues el país galo se niega una y otra vez a mejorar las conexiones pirenaicas, reduciendo las vías de alta capacidad únicamente a los extremos costeros de la frontera natural que estos montes suponen. E incluso, la paralización de las obras en territorio franco de las vías del TGV que conectarían con nuestro AVE en Girona. Y es que parece que nuestros vecinos temen que en esta época de crisis, el atractivo de Barcelona acerque a empresas y turistas a Cataluña, en contra de los intereses del sur-este francés.
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