Recuerdo la primera vez que llegué al Pompidou años atrás, aun estaba en primero y no conocía ni a Rogers ni a Piano, así que mi primera impresión del edificio me resultó contradictoria. Por una parte me parecía un trabajo de ingenieros y no entendía qué podía aportar a la arquitectura ver la estructura y las instalaciones, dejar al edificio desnudo, tal vez un ejemplo de transparencia, hacer bonito aquello que normalmente escondemos... pero algo espléndido sucedía, la gente acudía a las plazas aledañas con bocadillos a comer, a disfrutar simplemente del espacio. Habían creado un punto de reunión en un París lleno de ellos, un lugar al que acudir de propio y mis ojos no podían parar de mirar el museo. Pero en su interior, el edificio disfruta de una iluminación espléndida y unos espacios realmente libres y multifuncionales, gracias a la ubicación externa de instalaciones y estructura.
En el Caixaforum podemos advertir esto como una constante en la carrera del británico. Tanto en la remodelación en centro comercial y cultural de la antigua plaza de toros de la Plaza de España de Barcelona, como en algunas de sus torres, Rogers separa espacios servidores de espacios servidos, estructuras e instalaciones y gracias al orden y la lógica, logra que el aspecto edificado resulte atractivo. Sumado a la clara influencia del constructivismo ruso.
Esquema de la T4 del aeropuerto de Barajas, Madrid.
Como muestra este esquema, la obra de Rogers en muchas ocasiones se caracteriza por la construcción de dos estructuras, las cuales conforman un único edificio. Primero, sitúa una serie de plataformas neutras, cuyo único propósito es el de acoger al habitante, dotarle de todo aquello que necesita con una transparencia exquisita, e intentando prescindir en lo posible de la opacidad de tabiques. Sobre estas bandejas, el escocés sitúa una segunda estructura, que sostendrá la piel o la cubierta, dependiendo del caso, la cual conferirá de carácter propio al edificio, cerrándolo al exterior.
Así diseñará una cúpula que cierre la plaza de toros de Barcelona, la "carpa" textil de la Cúpula del Milenio en Londres y cómo no, las terminales aeroportuarias.
Una de sus máximas, es hacer honor al juramento que hacían los recién llegados a las Polis de la Grecia Clásica: "Cuando me valla, habré dejado la ciudad más bella que cuando llegué". Lo que implica estética y justicia.
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