Este minarete, junto con sus restos arquelógicos, datan de finales del siglo XII y están catalogados como Bienes de la Humanidad por la Unesco. Formó parte de un complejo palaciego que la dinastía reinante de Afganistán, hasta el noroeste de la India, edificó en honor de la victoria sobre los indues. Parece mentira que el país más pobre de Asia, disfrutase en su día de una civilización tan rica y capaz de construir torres tan esbeltas de 60 metros, mientras en Europa tan solo comenzábamos con los primeros pasos del gótico.
La torre de llamada a la oración, enseguida quedó sola por la invasión mongola de 1220, dejándola como testiga eterna de tiempos gloriosos, en el fondo de un valle inhóspito a más de mil metros de altura. Pero hoy corre peligro. La incesante actividad sísmica de la región, las continuas inundaciones de los ríos de montaña y la erosión propia del tiempo, hacen que la estructura de ladrillo empiece a inclinarse preocupantemente y reclame una restauración.
Parece injusto y banal en medio de la guerra que se vive en el país, reclamar atención para un edificio, pero hemos de recordar que poco antes del 11 de Septiembre, el antiguo gobierno talibán ya dinamitó otro Bien de la humanidad, Los Budas Gigantes de Bāmiyān. Cierto es que por tratarse de un monumento islámico, este no corre el mismo riesgo, pero los combates hacen imposible el acceso al valle y el estado del minarete parece crítico.
P.D. Junto al Minarete, podemos encontrar un cementerio Judío, que atestigua la antigua amistad entre estos dos pueblos... que diferencia... parece que algunos países se meten voluntariamente en una nueva edad media.
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