jueves, 2 de septiembre de 2010

¿Qué arquitecto quiero ser de mayor?

Acuario de Batumi, Georgia. Arq: Henning Larsen.

El que buenamente pueda, este podría ser el fin de la cuestión y será seguramete la respuesta final.

A lo que me refiero, es a qué tipo de arquitectura quiero enfocar mis esfuerzos. Tras el congreso de Pamplona "Más por Menos", parece que quedó claro que la arquitectura debía ir enfocada hacia la sostenibilidad, no solo en estrategias de pieles, paneles solares y bombillas de bajo consumo, sino en la economía de medios. Esto es, en la racionalización del proceso constructivo, mirando también que dicho proceso sea lo más energéticamente barato.

La moda surgida de muchos de los arquitectos estrella de plasmar sus más descabelladas ideas en los concursos, con la garantía de que muchos terminarán siendo construidos, nos han dado obras como el Guggenheim (qué socorrido es este edificio, vale tanto para un roto como para un descosido) capaces de cambiar el panorama mundial. Y nos ha empujado a muchos estudiantes a soñar con eso, con diseñar edificios emblema que sean conocidos y reconocibles en todo el mundo. Pero el mundo laboral cotidiano es muy diferente y la concepción global económica nos empuja a algo muy distinto.

La intervención de Glenn Murcutt en el congreso puede resumir mi punto de vista de forma muy clara: ... disculpad, ¿de cuantos arquitectos disponéis en vuestro estudio?... yo tan solo tengo dos ayudantes. También me vale la pregunta que Zumthor hizo a Nouvel en la intimidad: ¿Por qué aceptas tantos encargos?... yo con unos proyectos al año en los que volcarme tengo suficiente.

La arquitectura de los gestos en principio más modestos, pero no por ello menos meditados, nos ha dado enormes obras maestras y son las económicamente más viables y ecológicamente más sostenibles. Las administraciones cada vez menos pueden hacer frente a obras que ensalcen el ego de la ciudadanía y del arquitecto de paso, sino que les es suficiente con la funcionalidad.

Resultan gratificantes interiores como el del mentado acuario, pero la dificulta de su construcción con todas sus piezas curvas, o la inexistencia de una pieza de vidrio igual a otra, encarecen muchísimo su construcción, al tiempo que alargan los tiempos de edificación y consumen mucha más energía en el proceso... por mucho que después tengan paneles solares.

Esta es la gran pregunta que me ronda. ¿Realmente podemos justificar estas actuaciones?

Resultan extrañas actitudes de estos arquitectos estrella, que por un lado criticamos y por otro envidiamos con todas nuestras fuerzas, mirándonos en sus espejos a la hora de diseñar. Foster en sus últimos años puede ser uno de ellos. Por un lado plantea un ayuntamiento en Londres en el que justifica cada una de las curvas con esquemas de luz solar, pero por el otro no toma conciencia de los recursos empleados para su construcción.

Por su parte Mangado, parece realizar una arquitectura sostenible, con unos gestos meditados, racionales y que nunca implican técnicas constructivas complicadas. El Baluarte, su obra más representativa, puede ser un claro ejemplo, sin embargo, una vez casi finiquitado el edificio, se encapricha con una piedra que hace traer desde el fin del mundo para vestir el palacio de congresos. Este detalle es el que desmonta su discurso, el que suma un gasto innecesario económico y energético. Este detalle es el que rompe la coherencia de su diseño.

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