domingo, 21 de marzo de 2010

Ventanas


Desde las primeras construcciones que hicimos los humanos, los muros protectores, esos que nos salvaban de los peligros del mundo exterior, fueron perforados por ventanas. La necesidad de airear e iluminar las estancias, dieron como resultado uno de los elementos más poéticos de la arquitectura, un elemento que pese a su debilidad material, nos separa de la naturaleza, mientras nos conecta con ella desde la seguridad del hogar. Capaz de enmarcar el paisaje e introducirlo en la estancia, domesticarlo, hacerlo propio aun cuando este pueda ser inabarcable.

Tal vez, el ejemplo más claro de lo expuesto sea la casa Malaparte (izquierda). Un brillante ejercicio en el que se enmarca el entorno natural por medio de ventanas, a modo de cuadros reales.

Grandes o pequeñas, de un tamaño suficiente como para ser habitadas, o simples "tragaluces" de ínfimos cuartos de baño, gracias a ellas nos sentimos ligados al mundo en el que vivimos, aunque solo sea porque nos advierten de la luz del sol, o de la noche cerrada. Las ventanas son el elemento más capaz de variar una estancia y por lo tanto, de su colocación y orientación, dependerá la calidad de la habitación.

Y tampoco hemos de olvidar su poder compositivo, pues del ritmo y tamaño que usemos para su colocación en la fachada, dependerá en grandísima medida el carácter exterior de nuestro edificio.

Tal es el poder y poética de este elemento, que es capaz de definir toda una región. La silueta de la ventana de Santa María del Naranco, junto con la simplificación del paisaje asturiano, es suficientemente poderosa como para describir todo el principado... arquitectura, historia, mar y montaña. Una ventana por la que todos queremos mirar.

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