miércoles, 7 de abril de 2010

Mundos paralelos, en el norte de Navarra


Zanpantzares de Iturre, camino de Zubieta. Valle de Santesteban / Donestebe, Navarra.

En los montes donde se juntan las cordilleras cantábrica y pirenaica, se encuentra un conjunto de valles de profundo carácter propio, de marcada personalidad tan antigua como sus piedras. Son los lares que ni los romanos pisaron y en los que se enraizó la lengua que hoy conocemos como Euskera, pero no el invento "peneuvista" del S.XX, sino el que se transmitía de padres a hijos a lo largo de miles de años y que hoy sigue siendo idioma madre para sus moradores.

Tierra de brujas y espíritus entre perpetuas brumas, que sus habitantes en procesión y vestidos con las pieles de sus animales y cencerros, tratan de espantar con el acompasado son de su caminar.

Disfrutan de la arquitectura que la experiencia de siglos les ofrece, de la sabiduría que perfeccionar sus construcciones generación a generación les aporta. Caserío tras caserío, gruesos muros de piedra aportan la contundencia propia de los montes que les rodean a sus casas, guardando los mejores y más elaborados sillares para asentar el edificio y formar las esquinas, además de reforzar puertas y ventanas, mientras los más bastos conforman el resto del muro, siendo encalados para su protección y embellecimiento. Dando un aspecto a cada municipio de blanco impoluto y curiosamente recordando a otros andaluces. La gran diferencia, claro está, al margen del paisaje, son las inclinadas cubiertas que vuelan ampliamente sobre las fachadas, confeccionadas con madera y que de vez en cuando también guardan preciosas balconadas del mismo material.
Caseríos en Elizondo, Navarra. Localidad próxima a las anteriores.

Curioso lugar aislado, cuyos valles se deslizan hacia el océano siguiendo las aguas que conformarán el Bidasoa, alejándoles de la Navarra a la que pertenecen, pero casi desconocidos para la Guipúzcoa a la que miran. Una tierra de carácter propio, de sencillas costumbres, de personas valientes, fuertes y muy aclimatadas al medio, que encuentran placer en lo cotidiano, o en la valiente y socarrona apuesta deportiva.

Un valle que atrapa a quien lo visita y que casi no permite abandonarlo a quien ahí nace. Un ámbito rural joven, que garantiza su pervivencia.

Vídeo que muestra los Zanpantzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario