Tras pasar la ciudad manchega de Guadalajara por la A-2, dirección Zaragoza, nos introducimos poco a poco en un valle cuyo comienzo lo marcan unos importantes cortados arcillosos, de diferentes tonalidades rojizas y bosques de pinos. Es el comienzo de unos breves, pero preciosos minutos de paisaje en movimiento.
Curva tras curva, nos adentramos en el modesto valle en busca de la ascensión a la altiplanicie alcarreña que une las dos mesetas castellanas, así como los sistemas montañosos ibérico y central. Pero por sorpresa, justo antes de alcanzar la exigente última cuesta, divisamos esta fortaleza del siglo XV que aun hoy domina esta ascensión. Una imponente arquitectura pétrea que nos vigila y guarda en el camino y que viaje tras viaje de vuelta a Tudela, me regala unos instantes placenteros. Tras el castillo, solo quedan interminables kilómetros de rectas a 1000 metros de altitud y yermos paisajes, que bien hacen justicia al dicho de "ancha es Castilla".
Solo un detalle quebranta la experiencia, y es un extraño comercio de carretera en mitad de este valle que por la noche viste llamativas e intermitentes luces de neón... me pregunto qué será.
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