Tras el 11 de Septiembre de Nueva York, una de las noticias más extrañas que escuchamos, era que el gobierno estadounidense había pedido un informe a cineastas de Hollywood, para que imaginasen cualquier tipo de ataque terrorista a la nación. La iniciativa de los terroristas les había superado. Pero así es la historia, hace más que válida la frase: "la realidad siempre supera a la ficción".
Y la biografía de Enrique VIII es una de esas fases de la historia, que pocos escritores o guionistas serían capaces de imaginar. Afamado por sus incontables mujeres y por ser quien pusiese las bases de una Inglaterra que llegaría a ser la potencia hegemónica en la que se convirtió. La serie nos acerca a esta realidad histórica, con las libertades artísticas propias del entretenimiento, sin abandonar el rigor científico.
Uno de las grandes cualidades de esta producción son los magníficos actores que la interpretan, familiarizándonos con los diferentes personajes. Ana Bolena, podría ser el ejemplo más claro (la mejor que ha habido hasta el momento en mi opinión), la cual empieza atrapándonos con sensualidad y misterio, al tiempo que enamora al rey, pero que según evoluciona la trama, terminamos odiando y celebrando su decapitación. Por su parte, Catalina de Aragón, se trata de La Dama, con mayúsculas, una Reina de manual, que en todo momento conoce su papel, conoce sus armas y las utiliza incansablemente en su favor y en defensa de sus derechos, aunque como ya sabemos, sin fortuna, en gran parte por la desventaja de ser mujer en un mundo claramente machista. Y como no, Enrique, un rey que comienza siendo sosegado, joven, impetuoso y de buen juicio en lo relativo a su gobierno, sabiendo escuchar a sus consejeros, pero que de forma más pausada que Ana Bolena, veremos cambiar, mutar hacia alguien deprimido, incluso loco y borracho de poder. Si nuestros dirigentes políticos cambian tantísimo en apenas dos legislaturas, que no harían en su día los reyes totalitarios.
Comprenderemos la desmitificación de los personajes históricos de forma sobresaliente. El rey como ya he dicho, pero no es el único caso. En lo personal me encanta Tomas Moroe, humanista famoso por su obra Utopía y su defensa del catolicismo tras el cisma anglicano, pasa de ser un hombre que hace justicia a su obra, a un inquisidor que se auto justifica con las sagradas escrituras. Y es que la religión, centra gran parte de de la obra. Conoceremos una iglesia católica más que alejada de sus propias leyes, capaz de auténticas barbaridades con tal de mantener su cuota de poder e influencia. Se descubre como engañaban con reliquias absurdas a los feligreses con tal de obtener "limosnas" y conoceremos un apartado de la historia un tanto desconocido para nosotros, como es el cisma protestante y anglicano. No todo es: si no me dejas divorciarme de Catalina, creo mi propia iglesia.
También es una clase de humildad para el mundo anglo-sajón y de autoestima para el hispano. Acostumbrados como estamos a que se nos denigre históricamente, se muestra a España y Carlos V como el imperio soberano del mundo y cada vez más poderoso en Europa. Y es que desde siempre, él mundo británico y norteamericano, habían rechazado esta imagen de fuerza del siglo XVI y XVII, resaltando en cambio hechos como la inquisición. En esta serie nos enseñan que en todos lados cuecen habas y que los ingleses en realidad no son más que un actor secundario aislado al otro lado del canal de la Mancha.
Recalcables son los escenarios y vestuario, aunque la definición de un crítico podría la más descriptiva (no recuerdo de qué medio): una mezcla acertada de Shakespeare con Calvin Klein, por alguna escena subida de tono, un canon de belleza en los actores contemporáneo y una imagen de Enrique VIII muy diferente a la acostumbrada (ni tan siquiera es pelirrojo). Aunque Ana Bolena, Catalina y sobre todo, la futura Isabel I, si responden a la imagen mental que de ellos podemos tener.
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