
En Madrid tenemos la enorme suerte de disfrutar de la mejor pinacoteca del mundo, conformada por la unión del Museo del Prado, el Reina Sofía y la mayor colección privada del mundo correspondiente al Thyssen Bornemisza. Todos ellos situados en apenas unos metros en torno al paseo del Prado y edificados por magníficos arquitectos de todos los tiempos: Villanueva, Sabatini, Moneo por dos veces, Nouvel...
El problema sobre todo radica en el mencionado Thysen. Hablando hace algún tiempo con unos amigos que visitaban Madrid, todos hicimos la misma reflexión: ¡qué suerte tenemos con nuestros museos, pero de seguir así, el estado tendrá que comprar el Thysen!.
Herencias y discusiones sobre estas, romances, madres e hijos enfadados, nueras que lo fomentan, pruebas de paternidad, abogados... y no es una telenovela Venezolana de cuarta, sino la vida real retransmitida en directo y en horario de máxima audiencia. El problema es que la herencia es un bien de la humanidad al que todos deberíamos tener derecho, no de poseer, sino de visitar alguna vez en la vida.
Es por eso que la "simpática" familia que llena horas de televisión y páginas de la prensa rosa, no repercute solo en los espacios "pseudo periodísticos" más soeces, sino que puede convertirse en un problema de estado. La Baronesa, esa señora que con la elegancia de quien fue modelo se ataba a un árbol en frente del museo, para que no fuese trasplantado, y con un gusto más que cuestionable para la decoración, nos guste o no, administra este tesoro que hoy consideramos nacional y que su hijo parece querer quebrar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario